LA DISTOPÍA HA MUERTO ¡VIVA LA UTOPÍA!

Del 16 al 21 de noviembre se celebró Festival Eñe.

Durante alrededor de una década hemos vivido en la creación una obsesión comprensible pero no muy justificable por las distopías. La literatura, el cine, las series de televisión, incluso la música nos contaban apocalipsis y mundos en los que el ser humano quedaba anulado por la tecnología, la desviación científica, la falta de libertades y el triunfo de los populismos totalitarios. Ha sido una época de contrición, pesimismo y desasosiego que eliminaba en el ámbito de la creación la búsqueda del idealismo y la necesaria esperanza por el progreso. La reciente pandemia parece haber dicho: hasta aquí. Ha superado gran parte de la imaginación destructora y se dispone a aniquilar esa tendencia a la creación de mundos horripilantes, que, sin embargo, poseen un evidente aunque dañino poder de atracción. La realidad parece habernos propiciado una lección de humildad desde un rincón de su hartazgo en la pelea por los desvíos de una imaginación donde no parecía dispuesta a verse reflejada en más disparates. Al menos, nos ha lanzado un aviso: dejad de imaginar distopías, la naturaleza en sí puede superar vuestras peores pesadillas. Esa contundencia de los hechos ha fomentado un necesario cambio de prioridades. Ha llegado el momento de volver a centrarnos en uno de los sentidos más nobles de la creación: la concepción sana de alternativas a la injusticia y la opresión sin que por ello dejemos de hacerla evidente. El creador necesita rebelarse, no resignarse a pensamientos únicos y unívocos atroces, más propios de engendros de inteligencia artificial que de seres humanos con sensibilidad y coraje suficiente como para desbaratar los peores sortilegios. Necesitamos otras salidas al bucle oscuro de la desesperanza como opción imperante y manipuladora. Ha llegado el momento de volver a reencontrarse con la nobleza de aspirar a ser mejores. Dejemos el infundio colectivo de la amenaza y soñemos. Apartemos del camino la resignación de quienes desean convencernos de que somos demonios y no ángeles. Recuperemos la dignidad de perseguir un mundo que merezcamos y nos merezca. Luchemos desde nuestro interior y también juntos por buscar la luz de la indispensable utopía.